Me pregunté a dónde habríamos ido. A algún lugar del norte, para que él pudiera estar al aire libre durante el día, o quizás algún paraje remoto en el que nos hubiéremos tumbado al sol, juntos otra vez. Me lo imaginé en la playa, con su piel destellando como el mar. No me importaba cuánto tiempo tuviéramos que ocultarnos. Quedarme atrapada en una habitación de hotel con él sería una especie de paraíso, con la cantidad de preguntas que todavía tenía que hacerle. Podría estar hablando con él para siempre, sin dormir nunca, sin separarme de él jamás.
Vislumbré con tal claridad su rostro que casi podría oír su voz, y en ese momento, a pesar del horror y la desesperanza, me sentí feliz. Estaba tan inmersa en mi sueño escapista que perdí la noción del tiempo transcurrido."